Mi padre era un atleta que jugaba al fútbol amateur. En el patio o después de los partidos cuando era pequeño, siempre aplaudía el juego creativo. Siempre apreciaba el no ser egoístas. Nunca decía, “¡Vaya, tres goles!” sino que decía “brillante visión para ver a tu compañero venir por detrás en esa jugada” o “qué poco egoísta al pasarla cuando pudiste disparar. Eso me hace estar orgulloso.” Sé que no es normal y estoy agradecido.